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domingo, 14 de febrero de 2010


¡Bienvenidos al closet!

Edgar Espinoza
La Costa Rica de ahora ya no mide los 51.100 kilómetros cuadrados de territorio que teníamos sus legítimos ciudadanos para respirarlos a placer, sino que, ante el asedio implacable del hampa y del crimen organizado, el espacio soberano nacional se nos ha reducido dramáticamente al metro cuadrado del closet de la casa donde hoy nos refugiamos.

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Visto el país de afuera hacia dentro, desde que en Limón y alrededores impera la ley del puñal y la pistola, su espectacular paisaje se degradó a belleza prohibida. Igual la exuberante zona sur, hoy paraíso de mafias, droga y ajusticiamientos por cielo, mar y tierra. La norte, de llanuras afrodisíacas, tampoco se libra del secuestro frecuente, de las migraciones incontroladas desde Nicaragua y del asalto a negocios, bancos, residencias, escuelas e iglesias. Y en cuanto al idílico Guanacaste, ya hemos perdido playas suyas a las que, por seguridad, higiene y prudencia, mejor ni asomarse.
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En medio de esta fragorosa guerra desigual de “ciudadano encerrado contra delincuente suelto”, hace tiempo nos quedamos también sin San José centro, escenario de refriegas entre pandillas sedientas de sangre fresca, de balas perdidas, de asesinatos por error, de “drogos”, de “pintas” y de toda una lotería de la muerte por más que la municipalidad la vista de seda.
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Ni hablar de su periferia de precarios y sicarios donde nadie escatima tiros para zanjar la disputa por la baratija robada, la mujer del prójimo y la vieja rencilla, y adonde ni la Cruz Roja, ni los bomberos ni la policía misma se atreven a entrar. Ya ni siquiera la noche es nuestra para cortejar a la Luna, sino de la maleantada, ama y señora de la violencia que deja a su paso. El día aún lo es menos. En su nefasta omnipresencia, al hampa no le queda ya nada por atacar, pues hasta infiltrada tiene a la mismísima policía.
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Hemos llegado ya a la situación de que por cada tico que trabaja honestamente, hay aquí un montón de jamaiquinos, el doble de venezolanos, oleadas de colombianos, demasiados dominicanos y quién sabe cuántos mexicanos organizados en cárteles, pandillas y sectas apoderándose del país para convertirlo, con la complicidad de jueces e instituciones, en su santuario del crimen, de la droga y de la prostitución.
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De ahí que, atrapados como estamos entre la mafia, la incompetencia del Gobierno y el indolente Poder Judicial, nos hemos trasladado a vivir del resto de la casa al closet principal, donde gozamos al menos de ciertas ventajas estratégicas como mimetizarnos entre su natural desorden de ropa y chunches; entretenernos con naipes, crucigramas y revistas rosa; encomendarnos al santo de las causas perdidas y disfrutar de una improvisada alacena con atunes, café y galletas trotonas dado que ya ni asomarse por la ventana es posible sin que nos degüellen por un lapicero o celular achacoso.
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De modo, compatriotas, que ya saben: nuestra mayor seguridad se reduce hoy a estar recluidos en un estrecho encierro de la casa al menos mientras don Oscar Arias, paladín de la humanidad, regresa de su triunfal misión mundial por la paz en Honduras, en Afganistán, en el Medio Oriente…
www.columnistaedgarespinoza.com

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